Serena Doe está en problemas. O mejor dicho, está recibiendo en estas horas en Instagram algunas acusaciones muy graves por parte de otros influencers. Serena Fonte y Carlota Vagnoli cuenta que fue el objetivo de Doe, quien incluso ocuparía el puesto en un comunidad de Telegram de 70 miembros, compartiendo conversaciones privadas, historias ecológicas y, en universal, fotografías y materiales sensibles con fines difamatorios, para cuchichear mal de sus “enemigos”. Si estas acusaciones resultan ciertas (y nosotros, como comportamiento básica, tendemos a creer a las víctimas, o al menos darles el beneficio de la duda), por otra parte de ser muy graves, serían potencialmente punibles por la ley y se pondrían bajo el microscopio. todo un sistema: la de activistas influyentes en universal, con todos sus defectos, sus carencias, sus parcialidades y sus errores de modus operandi y formas de ser.
Se desmantelaría aunque sea en parte la actividad de Serena Doeque se ha hecho notorio hablando de compartir, la costumbre de los padres de compartir la vida de sus hijos en las redes sociales, cobrar fortuna con ello y convertirse en vloggers profesionales. Muy adecuadamente y cabal, si no fuera porque Serena Doe -en la batalla contra sus enemigos- habría violado los mismos principios de Privacidad y consenso que utiliza como sus principales argumentos. Por supuesto, Fonte y Vagnoli son mayores de época, pero las diferencias terminan ahí. Si adecuadamente estamos de acuerdo con sus ejemplos (y no siempre con sus maneras), uno se pregunta -de buena fe y esperando una respuesta positiva- hasta qué punto estos ejemplos son sinceros y sentidos y cuánto, de hecho, con el tiempo han cambiado. convertido en un medio para la auge y la goce. Si no, estaremos felices de que nos lo nieguen. Mientras tanto, sin retención, las dudas nos parecen legítimo y proporcionada a las revelaciones y testimonios de las últimas horas.
Las modalidades del tren del odio, lamentablemente, se aplican a todos.
Lo principal que debe aprender es esto. Cualquiera que sea nuestra opinión sobre los personajes implicados (entre los que se ha añadido además Selvaggia Lucarellicon quienes Serena Doe comparte instancias y caminos) y en lo que creen, hay que consentir que poco no funciona. En las redes sociales, muchos usuarios se apresuraron a defender a los acusados, hablando de la picota mediática (en este caso, la picota social) y de campañas de odio trans. Si el picota social duele y debe ser completamente condenado cuando se dirige a quienes nos gustan y a quienes seguimos con placer, ¿por qué cuando se dirige contra aquellos que no nos agradan entonces se vuelve correcto? Y todavía, los modos son los mismos. Una picota social es generalmente violentoimpulsivo, abrumador, a menudo no tiene evidencia candente, sino que se apoyo en un sentimiento de ira y odio Nacido en secreto, contento y alborozado de tener enfrentado finalmente un motivo para desahogarse. Cuando no se aprovecha este mecanismo, podemos sufrirlo.y quizás la fallo además sea nuestra por alimentarlo, aunque sea en otra dirección. Entonces, ¿por qué no cambiar la forma e invitar a la multitud a para y piensa ¿Siempre, no sólo cuando estamos en el ojo de la tormenta? ¿Por qué no dejar de flanco las formas agresivas, polémicas a toda costa y desmentidoras ninja? Porque tal vez no pague lo suficiente. Porque no nos hace famosos, porque no es lo suficientemente eficaz. en las redes sociales. Y aquí vamos al segundo punto.
El acción directa en las redes sociales no existe
La otra cuestión que este caso puede ayudarnos a resaltar es que del acción directa en las redes sociales. Hemos escrito en varias ocasiones sobre cómo este concepto debía ser repensado, si no erradicar completamente, sobre cómo se arriesgó a pincharse y quitar fuerza a instancias reales e importantes, porque pone a la persona, a la personalidad, a la marca por delante de todo. ¿Qué significa hacer acción directa hoy? ¿Indagar, disputar por las cosas en las que crees? Muchas cosas. Ser parte de grupos y asociaciones, expedir cartas y correos electrónicos a nuestros representantes, cosechar firmas y promover peticiones, donar a realidades de confianza que se mueven en el comarca, estar ahí con el cuerpo y con nuestra presencia y tiempo. Todo esto nos parece increíblemente rancio y retroy la fallo quizás además sea de los activistas de las redes sociales, o al menos de algunos de ellos, que se han decidido por su infografías estéticamente satisfactoriasque han desdibujado de forma quizás irreparable las fronteras entre periodismo y redacción, entre revistas y perfiles de Instagram, que utilizan causas como un medio para la popularidad y no como un fin. Como usuariossólo nos queda tener cuidado, desconfiar de las formas agresivas y preguntarnos si estas personas en realidad creen o no en lo que nos predican, hacernos activistas personalmente y tomar conciencia de nuestro poder como seguidores.